…Estaba de 39 semanas y 2 días cuando empezó mi trabajo de parto. Teníamos tanta esperanza en este niño milagroso, pues pasamos por todos los diagnósticos posibles desde la semana 12 de embarazo: desde la trisomía 18 (descartada por la amniocentesis) hasta la artrogriposis distal. Se veía tan bien, con tantos avances. Finalmente, tuvo un paro cardiorrespiratorio durante el parto, luego de lo cual lo reanimaron por 20 minutos. Yo escuchaba a Mauro gritar: ¡Tomi, respira! Pensé que no me la iba a poder.
Me levanté apenas pude y me quedé sentada al lado de él en la UTI. Aproveché ese momento para darle todos los besos y abrazos por las navidades y cumpleaños que no podría compartir con él pues sabía que se estaba apagando como la llama de una vela.
Lo bautizamos en la UTI junto a un cura amigo y los padrinos.
Los doctores no sabían qué era lo que tenía Tomás. Las teorías pasaron por otros mil síndromes, hasta el punto de llegar a sugerir que nuestra hija Violeta, la mayor, había sido un milagro. Pero Tomás nos tenía guardada una sorpresa, pues al tercer día supimos que tenía Trisomía 18 completa, la que no se había podido detectar en los exámenes durante el embarazo. Eso significaba que podíamos tener más hijos porque nuestros estudios genéticos habían salido normales.
Mi Tomás se fue al cielo como un valiente, apaciblemente en mis brazos mientras con Mauro le cantábamos y le decíamos lo mucho que lo amamos.
Dos años después un día antes del aniversario de Tomás nació nuestro Dante, que nos llena de alegría.
Isabel Navarro